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Tabasco, sin coordinación ni estrategia; en espera de lo peor

Hoy, todos lamentan sus pérdidas. Muchos, los más pobres, perdieron sus casas, enseres y animales

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Foto: Zócalo | Especial
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Tabasco.- n más de 100 años no había ocurrido una tragedia como la que hoy anega a la entidad; imposible hacer el recuento de los daños, pues en 16 de sus 17 municipios alrededor de 200 mil personas resultaron afectadas.

Tres caudalosos ríos y una veintena de afluentes, así como 15 vasos lacustres, incrementaron su nivel con los frentes fríos; las tormentas tropicales provocaron torrenciales lluvias y escurrimientos que terminaron por inundar la planicie costera tabasqueña.

Y esto apenas empieza, consideran damnificados, líderes empresariales y productores.

La mayoría de los 17 municipios tabasqueños no está más allá de los 20 metros sobre el nivel del mar; donde alguna vez hubo 1 millón de hectáreas de selva, ésta se redujo a entre 1 y 2%, pues la mayor parte del territorio fue deforestado para habilitar potreros; también hay milpas, plantaciones de plátano, cacao o palmas de aceite, comenta el ambientalista Francisco Cubas Jiménez.

Hoy, todos lamentan sus pérdidas. Muchos, los más pobres, perdieron sus casas, enseres y animales; los campesinos, sus cultivos; los ganaderos vieron, impotentes, como las turbias aguas se llevaron sus animales y los que lograron salvarse deambulan por las carreteras en busca de alimento.

Lo mismo sucede en las plantaciones de plátano, donde los productores de miel avizoran su propia crisis y los pescadores se quejan de la hambruna que comienzan a padecer.



De los 17 municipios tabasqueños sólo se salvó Paraíso; los demás están en situación de emergencia, dice el coordinador del Instituto de Protección Civil, Jorge Mier y Terán Suárez.

En Macuspana y Villahermosa, al igual que en muchas zonas urbanas de Tabasco, los costales de arena forman una muralla que tapa el acceso a negocios y casas particulares; las calles están llenas de barricadas que contienen las corrientes de agua del río aledaño.

En Nacajuca, una de las regiones más afectadas, 49 poblados tuvieron que ser evacuados. Algunos lugareños se quedaron a cuidar lo poco que quedó en sus casas; los demás fueron llevados a albergues.

Acá no sólo la gente tiene hambre, también los vacas”; no hay pastizales y empiezan a verse sus huesos a flor de piel, dice Blas Méndez, miembro del pueblo originario de Yokot’an. Y agrega: en la comunidad de San Isidro, en Nacajuca, tardarán años en recuperarse de sus pérdidas.

Cada productor tiene en promedio 10 vacas en sus cinco hectáreas de tierra y pantanos. Ahora buscan quien les rente tierra segura y venda pastura para sus reses, que intentan poner a buen resguardo.

Ya tienen más de un mes así. Y la ayuda no llega; falta mucho para que baje el agua y después de eso habrá que esperar de tres a cuatro meses más para que brote la nueva pastura.





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